La crisis europea y las lecciones para América Latina

por Joachim Becker – La Unión Europea está en crisis, tanto en su legitimidad como en su proyecto de integración. Esta situación deja muchas lecciones para América Latina, y en especial para el Mercosur, a pesar de la diferencia que existen entre uno y otro continente.

Crisis de legitimidad

Los referendos en Francia y en Holanda revelaron una grave crisis de legitimidad del reciente proceso de integración europea. Dejaron en evidencia un déficit democrático y un malestar con el modelo económico y social, y con el modo ultraliberal de ampliación hacia el este. Recordemos que desde 1986, la construcción europea se había hecho cada vez más ultraliberal. La etapas principales habían sido el proyecto del mercado único, la creación de una unión monetaria con reglas fiscales muy restrictivas y la ampliación de la Unión Europea hacia el este imponiendo un modelo liberal y dependiente a los países de Europa oriental.

El tratado constitucional tuvo dos metas principales: legitimar y eternizar un proyecto de integración ultraliberal, y adaptar las instituciones europeas al aumento del número de miembros. La mayoría de los países miembros se limitaron a ratificar el tratado constitucional en los parlamentos nacionales, y solo unos pocos buscaron una legitimidad mayor a través de votaciones nacionales. En España esta estrategia pareció funcionar, ya que después de un corto debate los votantes dieron un claro respaldo al tratado constitucional (77 por ciento), aunque la participación fue de un reducido 42 por ciento. En Francia y Holanda sucedió lo contrario. Se desarrolló un debate intenso, incluso apasionado, y las voces del “no” fueron más fuertes que las del “si”.

La izquierda francesa (Partido Comunista, trotskistas, sectores del Partido Socialista y de los verdes, parte del movimiento sindical y organizaciones ciudadanas como ATTAC) planteó los temas clave del debate: el carácter ultraliberal del tratado constitucional y el fuerte énfasis en la competencia como hilo conductor del tratado. Lograron crear un enlace entre la competencia casi irrestricta, la relocalización de empresas, la competencia salarial y el desempleo. Este raciocinio encontró un eco fuerte en la población. En Holanda el debate fue más diversificado. La competencia también fue un tema clave, pero en una forma más nacionalista. Según sondeos citados por el diario turco Milliyet, para 40 por ciento de los votantes del “no” en Holanda una eventual entrada de Turquía fue la razón para rechazar el contrato constitucional, mientras eso alcanzó 12 por ciento en Francia. Las consecuencias de la Unión Monetaria fueron evaluadas negativamente por muchos holandeses. La participación en los referendos fue alta: 70 por ciento en Francia, 63 por ciento en Holanda. El rechazo del tratado constitucional también fue alto: 55 por ciento en Francia, 62 por ciento en Holanda. En Francia, los obreros, los desempleados y la clase media rechazaron claramente el tratado constitucional. Eso fue interpretado también como un rechazo de la forma actual de integración, aunque todavía no como un rechazo del proceso integrador como tal. Las claras mayorías del “no” en los referendos contrastaron con el fortísimo respaldo al tratado constitucional en los parlamentos de Francia y Holanda, dejando en evidencia un abismo entre representados y representantes, una crisis de representación.

Déficit democrático

El proceso de integración carece de democracia. Desde el comienzo se optó por un elemento de supranacionalidad en las instituciones europeas y un rol destacado de instituciones de carácter ejecutivo. En particular, la Comisión Europea ha cumplido un papel protagónico. Este órgano tiene funciones ejecutivas, pero también cumple un rol clave en la legislación europea (tiene prácticamente el monopolio de preparar la legislación europea) y vigila sobre el cumplimiento de la legislación comunitaria por parte de los estados miembros. Por lo tanto, tiene poderes muy amplios pero su legitimación democrática es débil.

El Consejo de Ministros es una institución de carácter intergubernamental, formado por representantes de los ejecutivos nacionales, que tiene poderes legislativos. La posición del Parlamento Europeo es relativamente débil. Este diseño institucional que fue confirmado por el tratado constitucional favorece a pequeños grupos de presión (especialmente empresariales) sobre amplios movimientos sociales. Por lo tanto, teóricos neoliberales como Fareed Zakaria elogian a la Unión Europea como una forma de estatalidad que facilita la implementación de políticas neoliberales.

El ejemplo europeo muestra que el diseño institucional original tiene un impacto a largo plazo. La supranacionalidad daba un impulso institucionalizado a la integración. El aislamiento de las instituciones clave contra presiones ciudadanas facilitó el viraje hacia el ultraliberalismo y es una de las raíces de la deslegitimización del proceso integrador.

En tanto las instituciones del Mercosur son intergubernamentales también tienen un sesgo ejecutivo. Una democratización del proceso integrador parece importante creando más vínculos con instancias parlamentarias y con movimientos sociales y asociaciones ciudadanas.

El modelo neomercantilista

Un elemento clave de las políticas neoliberales europeas es el llamado Pacto de Estabilidad y Crecimiento que fue adoptado junto con la Unión Monetaria. Este Pacto establece reglas rígidas para las políticas fiscales nacionales. Hay límites poco flexibles para el endeudamiento público. Por lo tanto, el Pacto privó a los parlamentos nacionales del instrumento de políticas fiscales expansivas y funciona como una herramienta antikeynesiana.

Las políticas fiscales restrictivas deprimieron los mercados internos. Como consecuencia hay una fuerte tendencia neomercantilista en la Unión Europea. Todos quieren exportar, todos restringen la demanda interna y, por lo tanto, las exportaciones. Dentro del bloque, las devaluaciones ya no son posibles. Por lo tanto, se buscan otros caminos de bajar los costos, especialmente los costos laborales (salarios y cargas sociales). Alemania, en particular, ha seguido el curso de bajar los costos laborales, lo que afectó directamente a los países vecinos que están estrechamente vinculadas a la economía alemana y buscan rebajar los costos aún más. El llamado Pacto de Estabilidad y Crecimiento deprime los salarios y el empleo. El neomercantilismo da la prioridad a la competitividad sobre aspectos ecológicos.

El miedo de que la constitución agudizara el desempleo representó 46 por ciento entre los motivos centrales para el “no” en Francia. Ese peligro era real ya que los rasgos centrales del Pacto de Estabilidad y Crecimiento hubieran sido parte del tratado constitucional.

Los modelos neomercantilistas también están vigentes en el Mercosur, donde se apunta a asegurar el servicio de la deuda externa, un superávit en la balanza comercial y un superávit primario del presupuesto como elementos clave de las políticas económicas de los países miembros del Mercosur. A veces este tipo de política económica está acordada con el Fondo Monetario Internacional, a veces es presentado como una opción autogestionada. La política fiscal restrictiva limita el crecimiento del mercado interno. La meta prioritaria de un superávit del comercio exterior crea tensiones y conflictos dentro del bloque.

Una reducción de la deuda externa sería esencial para romper con el modelo neomercantilista. Desgraciadamente, el Mercosur no ha actuado como un bloque de deudores buscando conjuntamente una reducción de la deuda, y al parecer el mejor momento para intentarlo ya ha pasado.

El manejo del desarrollo desigual

Con la ampliación hacia el este, la desigualdad regional dentro de la Unión Europea creció enormemente. La relación entre los salarios medios entre los viejos y nuevos miembros es 5:1. En varios regiones de Europa oriental el desempleo supera 30 por ciento.

El modo de ampliación de la Unión Europea hacia Europa oriental fue severamente criticado en la campaña por el “no” en Francia. Mientras la Unión Europea había concedido largos plazos de transición para adaptarse al nuevo ambiente y había otorgado apoyos materiales significativos a los nuevos miembros de la ampliación hacia el sur, a lo largo de los años 80, no fue así en el caso de la ampliación hacia el este aunque las diferencias en el PIB per capita son mayores y el grado de integración es mucho más avanzado. Al contrario, se impuso una desnacionalización muy importante de la economías en la mayoría de los países de Europa oriental y los empujó hacia un desarrollo dependiente. Este modo de integración económicamente subordinada es más próximo a la concepción británica de la integración que favorece el libre cambio, con un modelo social ultraliberal y una estrecha alianza con Estados Unidos. Los países centrales de la Unión Europea, especialmente Francia y Alemania, no concibieron una forma de ampliación hacia el este que estuviera más adaptada a sus declaradas metas de una fuerte cohesión interna y de conformar un bloque autónomo respecto de Estados Unidos. En el debate sobre el tratado constitucional los gobiernos de Europa oriental se mostraron más cercanos a la posición británica, buscando mantener amplias posibilidades para bajar sus estándares nacionales (por ejemplo fiscales y sociales).

En el Mercosur, las diferencias regionales también son considerables. El dispositivo institucional para reducir las diferencias regionales son mucho más débiles que en la Unión Europea. Hay una competencia fiscal dentro del Mercosur. Un manejo del comercio intra bloque que tome en cuenta el nivel de desarrollo desigual y políticas activas para reducir las diferencias entre las regiones son esenciales para lograr una cohesión mayor y asegurar un desarrollo más justo. Un modelo alternativo de integración tendría que basarse sobre políticas activas de integración productiva que incorpore el ambiente.

Posición respecto de Estados Unidos

Los países centrales de Europa esperaban conformar con los nuevos miembros de la Unión Europea un bloque autónomo respecto de Estados Unidos. No obstante, muchos países de Europa oriental tienen una fuerte orientación hacia el modelo de sociedad de Estados Unidos y hacia la política global de Washington. En estos aspectos coinciden con Gran Bretaña, el aliado más fiel de Estados Unidos en Europa. El eje Paris-Berlín no veía la necesidad de crear una base material para una solidaridad intra europea que puede fundamentar un proyecto cohesivo y autónomo.

El Mercosur no ha sido más exitoso en lograr una adhesión sin ambigüedad a un proyecto sudamericano de integración a través de tratados de asociación, ya que uno de sus miembros asociados (Chile) ya firmó un tratado de libre comercio con Estados Unidos.

Las relaciones Unión Europea-Mercosur

La política comercial de la Unión Europea está impregnada del neomercantilismo. Por lo tanto, sus demandas de liberalización para favorecer sectores con una fuerte competitividad europea han ido todavía más allá incluso de las posiciones que defiende Estados Unidos en el ámbito de la Organización Mundial de Comercio (OMC). Simultáneamente busca preservar la protección en sus sectores mas débiles, como la agricultura. En la OMC, la Unión Europea no logró imponer su agenda en varias cuestiones como inversión, contratación pública y políticas de competencia. Por lo tanto, la Unión Europea busca lograr en negociaciones bilaterales o interbloques lo que no obtuvo en la OMC. Las negociaciones con el Mercosur no son una excepción. Por ejemplo, la Unión Europea busca una liberalización de los servicios financieros, reglas favorables para empresas europeas en licitaciones internacionales en el Mercosur, etc. Pero los negociadores europeos también defienden cuotas restrictivas en el comercio agrícola. El tratado propuesto por la Unión Europea es un tratado de libre comercio que no seria sustancialmente diferente de los tratados de libre comercio promovidos por Estados Unidos. Impondría limites a las políticas económicas de los países del Mercosur. Por lo tanto, un tratado de ese tipo seria un obstáculo para una integración regional autónoma en América del Sur.

Es así que la actual crisis de legitimidad y de proyecto de la Unión Europea deja planteado varios temas para América Latina, tanto errores que no deberían repetirse como desafíos que deberán abordarse.

J. Becker es economista en la Universidad de la Empresa y la Economía de Viena y colabora en las investigaciones de CLAES–D3E.

Ponencia presentada en el Seminario Internacional “Integración y desarrollo sustentable. La nueva geografía de los recursos, la economía y el poder”, organizado por CLAES–D3E en julio 2005, en Montevideo, y publicada en Tercer Mundo Económico Nº 195, agosto 2005.