José Bové pide que el comercio agrícola se retire de la OMC

por Paola Visca y Eduardo Gudynas (desde Sao Paulo) – José Bové, el conocido agricultor francés que ha liderado varias protestas contra la globalización, participa en el Foro de la Sociedad Civil en la UNCTAD. Este activista ofreció una breve conferencia en representación de Via Campesina, una extensa red de agricultores, granjeros, campesinos y pequeños productores en el norte y sur, caracterizada por su fuerte rechazo a organismos globales como la OMC.

Bové enfocó el problema de la agricultura asociada a la seguridad alimentaria y el manejo de los recursos naturales. Insistió en que una minoría de empresas transnacionales se benefician de las reglas de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Como ejemplo citó que en maíz, soja y trigo seis empresas representan 90% del mercado global; en el caso del azúcar, plátanos y té sucede algo similar. Según Bové, las reglas del mercado no benefician a pequeños productores ni a consumidores, sino solamente a grandes conglomerados de los países del norte.

Haciéndose eco de varias presentaciones, sostuvo que proclamar que el mercado es el mejor mecanismo para todos es incorrecto, puesto que sólo unos pocos se benefician. Los acuerdos de comercio son parte de esos mecanismos, y en realidad no pueden reducir la pobreza y hambre en el mundo. En ese sentido, según Bové no tiene sentido hablar de competitividad en la agricultura, cuando cientos de millones de campesinos siguen produciendo con herramientas rudimentarias, mientras que las grandes corporaciones incorporan la tecnología más moderna.

El sistema de precios mundiales es otro ejemplo de los problemas actuales. Esos precios se generan a partir de los excedentes de los países del norte o las bolsas de valores. Esto conduce a que los precios de las materias primas no tienen relación con los costos verdaderos de producción. Un ejemplo es el precio de la leche, el cual se fija en base al precio de exportación neocelandés, cuando ese país exporta un muy bajo porcentaje de la leche que se comercia a nivel mundial. En reacción a estas situaciones, Bové sostiene que es necesario que los precios se determinen en referencia a los costos reales en los que se incurre para su producción.

El agricultor francés sostuvo que Vía Campesina reclama que el derecho a la soberanía alimentaria sea reconocido en el ámbito de las Naciones Unidas como un derecho fundamental, junto a los demás derechos humanos. Hasta ahora se reconoce el derecho a la alimentación pero no el derecho a la producción de la alimentación. También buscan que los productores locales tengan acceso al crédito, para que puedan asegurarse la producción necesaria para su alimentación. Bové aclaró que la soberanía alimentaria no se opone al comercio, pero éste no debe estar basado en los precios mundiales tal como se los determinan actualmente, sino en los costos de producción. Además reclamó que también se controle el volumen de la producción.

Desde su punto de vista, ese tipo de herramientas deben ser elaboradas primero en el ámbito interno, generando políticas agrícolas nacionales, dentro de un programa de desarrollo sostenible de la producción campesina. En los países en desarrollo, además, debe favorecerse el acceso a los bienes de producción e infraestructura. Para llevar adelante estos objetivos, se requiere la activa participación del Estado, y más aún, retirar a la agricultura de la OMC -una conocida posición de Vía Campesina-. De forma complementaria, se deberían implementar reglas que reduzcan la capacidad de las empresas transnacionales de organizar los mercados agrícolas como lo hacen en la actualidad.

Las posiciones de Vía Campesina que transmitió Bové son conocidas en América Latina y guardan varias diferencias con las de otros movimientos sociales vinculados al espacio rural y agrícola, así como con los sindicatos rurales y de la alimentación y con varias ONG especializadas en esos temas. Además, la reclamación de retirar el comercio agrícola de la OMC implica una estrategia muy distinta a la que buscan varios gobiernos del sur al exigir que esa organización impida efectivamente el proteccionismo de los mercados agrícolas.

En esos casos la situación de los campesinos del sur es muy distinta a la de los agricultores europeos; unos están solos frente a los mercados locales y globales, mientras que los otros tienen el amparo del Estado y la UE. Las distorsiones económicas en ese sector son enormes, con transferencias que superan los mil millones de dólares por día. Esto explica en buena medida el enorme peso de las exportaciones agrícolas de las naciones industrializadas; los reportes de comercio que distribuye en estos días la UNCTAD muestran que los principales exportadores agrícolas siguen siendo Estados Unidos y la UE, mientras que Brasil, Argentina, China y otras naciones del sur aparecen más allá del décimo puesto del ránking. Por otro lado, para hacer todo más complicado, los campesinos de América Latina necesitan sin duda apoyos y protecciones estatales; por lo tanto, tampoco pueden rechazar esos instrumentos y todo dependerá de su aplicación.

De esta manera, la producción y el comercio agrícola son mucho más complejos, y las diferencias norte-sur mayores, de las posiciones de Vía Campesina. Pero más allá de eso, las posturas de Bové y de su coalición tienen el gran mérito de obligar a una discusión más profunda que la mayor parte de las veces pasa desapercibida.

P. Visca y E. Gudynas son analistas de información en D3E (Desarrollo, Economía, Ecología, Equidad América Latina).