por Laura Carlsen – Cada hora México importa $1.5 millones de dólares en productos agrícolas y alimenticios, casi todos estos productos vienen de los Estados Unidos.
Durante esa misma hora 30 personas, hombres, mujeres y niños, del campo mexicano abandonan sus hogares para realizar el viaje más peligroso de sus vidas, migran a los Estados Unidos.
No importa del lado que se esté en el debate de dos fenómenos fundamentales de nuestra era; ya sea la integración económica o la inmigración hay un sólo aspecto absolutamente claro: ambos están relacionados.
Es decepcionante que al aproximarse la fase final del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), el debate sigue atorado a causa de las definiciones que cada ideología le da a los términos. Los que están a favor del modelo del libre comercio señalan que el incremento del comercio es la prueba del éxito del Tratado. Los opositores citan los impactos negativos vistos desde el punto de vista del sector al cual pertenecen, tomando en cuenta sus problemas y sus intereses.
En enero de 2008 el TLC llega a la fase final en que todos los aranceles, sobre el maíz, frijol y otros productos agrícolas importantes, se levantarán. Se predice que la eliminación de los aranceles no sólo acarreará severos impactos negativos para los agricultores mexicanos, también habrá un cúmulo de problemas sociales en los tres países; finalmente la última fase del Tratado obligará a los creadores de las políticas comerciales a cuestionar cómo éste ha afectado a los ciudadanos de Norte América.
Al utilizar el modelo del TLC en otras partes del mundo los negociadores norteamericanos han presionado el uso de tratados de libre comercio que abran por completo nuevos mercados a los productos de EEUU y que favorezcan todas las condiciones de los inversionistas. Estos son objetivos elogiables, sin embargo durante mucho tiempo han optado por ignorar que este enfoque tan reducido es causante de tremendos problemas sociales en nuestro país y en los otros países del tratado.
Llega el momento en que debemos determinar si los beneficios justifican los problemas sociales que se crean y debemos tomar en cuenta cambiar el curso del tratado.
Para lograr esto se necesitan amplios estudios que no sólo tomen en cuenta la información macroeconómica y estadística sino también el modo de vivir de la gente, las comunidades y las familias.
Dos pueblos
La realidad que se ve reflejada al seleccionar algunos números estadísticos casi siempre oculta la devastación de la vida humana. Dos pueblos, El Paso, Texas y Nochixtlan, Oaxaca, demuestran los costos reales del TLC.
Poco tiempo después de que el TLC empezara, muchas de las compañías de El Paso sufrieron un éxodo hacia el otro lado de la frontera. La industria textil fue de las más afectadas. La organización comunitaria Mujer Obrera reportó que entre los años 1994 y 2007 casi 50,000 trabajadores de las áreas del vestido perdieron sus trabajos. Dos tercios de estos trabajadores eran mujeres, la mayoría de orígenes mexicanos. Mientras que las compañías iban cerrando sus tiendas las trabajadoras perdían sus trabajos y el condado de El Paso, que casi se ha vuelto el tercer condado más pobre del país, no ha podido compensar tales pérdidas.
Como resultado la pobreza incrementó en un 30% desde 1999 y hoy casi uno de cada tres de los residentes de El Paso vive en la pobreza, 57% de estos son mujeres. El dinero federal asignado a programas de retención del TLC ha sido insuficiente y ha sido usado incorrectamente ya que los desempleados están siendo mal entrenados o están siendo entrenados para trabajos que no existen en sus comunidades. Cada año el promedio de ingresos de El Paso disminuye.
Lo que ha sucedido no es del todo a causa de las pérdidas de trabajo. De acuerdo con un censo del 2005 la mayoría de los pobres tienen los trabajos más pobres. Sus ingresos han bajado porque los patrones están pagando menos y porque más gente está trabajando en el sector informal. Bajo este panorama post-TLC las mujeres y los niños son los que aguantan lo más arduo; 45% de los hogares donde la cabeza de la familia es la mujer viven por debajo del nivel de pobreza.
Nochixtlan, Oaxaca también ha sufrido los efectos del TLC pero de una manera muy diferente. En esta pequeña comunidad mixteca del sur de México la siembra del maíz era el apoyo económico de todos sus habitantes.
Después de siglos de mal uso la tierra sufrió una de las peores erosiones vistas en el mundo y el uso de químicos en la siembra ha desgastado al suelo. La baja producción del maíz aunada a las crecientes importaciones del TLC hicieron que el precio del maíz local disminuyera en un 59% entre 1991 y 2006. Los agricultores de Nochixtlan empezaron a abandonar sus tierras y el día de hoy la región mixteca de Oaxaca tiene uno de los más altos porcentajes de emigración. También en este caso no hubo ningún programa gubernamental para tratar de disminuir el impacto.
Sin embargo El Paso y Nochixtlan tienen algo más en común, a parte de esta tragedia, ambas comunidades tiene la acérrima voluntad de recuperarse para seguir adelante.
En El Paso las costureras han creado un plan de desarrollo comunitario el cual incluye huertos, un restaurante, un negocio de importaciones y una guardería. Estos intentos son a pequeña escala sin embargo son intentos serios para crear trabajos sustentables que satisfagan las necesidades humanas.
En Nochixtlan una organización campesina construyó zanjas o tinas ciegas para detener la erosión, también empezaron un programa de reforestación y hasta la fecha han plantado tres millones de árboles endémicos, y también instituyeron técnicas sustentables de agricultura. Mientras que intentan salvar su aldea también contribuyen en la batalla mundial contra el calentamiento global y mejoran el medio ambiente.
Los esfuerzos de ambos pueblos están reviviendo lentamente a la comunidad, sin embargo necesitan ayuda. Las políticas comerciales de Estados Unidos llevaron a estas comunidades a una crisis. Una nueva política comercial puede ayudarlos a salir de la crisis y también puede ayudar a otras comunidades a evitar destinos similares.
Las condiciones del TLC deben ser modificadas para poder permitir que el gobierno regule la producción básica de alimentos y su distribución, también debería incluir políticas que les permitan a los agricultores mexicanos una competencia justa en vez de tener que disputarse sus propios mercados de manera desfavorable contra las grandes compañías subsidiadas. La petición de retirar el maíz y el frijol del tratado de libre comercio, así como ayudar a los pequeños agricultores y a la soberanía de su alimento no es un golpe en contra de los preceptos de los tratados de libre comercio; al contrario, es una petición proveniente del sentido común para una mejor política pública la cual le de la debida importancia al ser humano y a su modo de vida.
Deben haber mecanismos flexibles cuando las condiciones del comercio atentan contra los medios de vida, el abasto de alimento o la salud. El TLC al igual que otros tratados de libre comercio carece de flexibilidad. Las negociaciones han sido inflexibles dando como resultado que los países en vías de desarrollo acepten condiciones que saben dañarán a su población. El sacrificio que dieron los países pobres a cambio de tener acceso al mercado de EEUU ha lastimado a ambas partes del tratado ya que las condiciones del acuerdo agravan la desigualdad y terminan con todas las oportunidades y son la consecuencia del aumento en la inmigración.
Los negociadores de EEUU lo llaman todo un éxito, sin embargo el precio que se pagará a largo plazo en las relaciones internacionales será muy alto y el precio que se paga actualmente es el rechazo a las políticas de comercio de los Estados Unidos que podemos ver en muchos países latinoamericanos, a este rechazo lo acompaña un resentimiento hacia EEUU por la imposición de sus condiciones.
Nos presentan como a una falsa dicotomía al proteccionismo del pasado como maligno y al libre comercio como el único camino hacia el futuro. El libre comercio ha sido definido como sinónimo de la libertad en el ámbito político y el hemisferio occidental es descrito como naciones divididas, unas que apoyan el libre y democrático mercado abierto y las otras que buscan mitigar los efectos polarizantes del comercio y de la inversión liberal. Hasta que rechacemos las posturas ideológicas y realmente analicemos el impacto de los tratados de libre comercio no tendremos políticas de comercio viables y justas para todos los países y no tendremos un hemisferio próspero y estable.
Para desarrollar una política de comercio sustentable y justa el debate debe ser menos dogmático y más pragmático. Ya es tiempo de que se analice lo que realmente está sucediendo con estos acuerdos, y ya es tiempo de aceptar correcciones o cambios creativos sobre la marcha. Diferentes comunidades ya han empezado a hacer esto y las nuevas políticas de comercio pueden encontrar muchas sugerencias en las diversas acciones locales.
1) Las políticas comerciales deberían estar acompañadas por apoyo al desarrollo sustentable:
La ayuda que aporte EEUU a México debería ser usada para promover esfuerzos como los de Nochixtlan y deberían compensar el daño causado por el TLC al fundar nuevas iniciativas económicas. La extensión del TLC, la Asociación para la Seguridad y la Prosperidad, se ha ido al otro extremo. En vez de dirigir la ayuda y los programas a las regiones afectadas por el tratado, solamente ha facilitado las condiciones de las corporaciones transnacionales, el único sector de la sociedad que cuenta con representación en las negociaciones. Recientemente la ASPAN creó el Plan México y también desarrolló un gran cambio en la ayuda propuesta a México, sin embargo esta ayuda es sólo para reforzar el equipo e inteligencia militar. Este hecho crea un grave peligro al militarizar a México que ya se encuentra políticamente polarizado y esto aumenta las posibilidades de conflicto. El crear empleos saludables en EEUU y en México tendría un impacto mayor en la reducción del tráfico de drogas en vez del aumento en aviones de vigilancia.
2) Necesitamos análisis amplios:
Por mucho tiempo hemos ignorado o hemos parchado los problemas graves que han sido generados por el TLC en EEUU y México. Tenemos información abundante sobre los flujos de comercio del USTR (el Representante del Comercio de EEUU, United States Trade Representative en inglés); pero tenemos poca información de las consecuencias reales de las vidas humanas. Ya hay demasiados análisis de la información económica, también se necesitan estudios de los cambios sociales aunque sea difícil asegurar que sean causados directamente por el TLC.
Se les debe prestar atención a estos resultados. Uno de los pocos análisis del TLC en México, realizado por la General Accounting Office (Oficina General de Rendición de cuentas) concluyó hace ya varios años que existe la necesidad de crear fondos para la compensación rural. Nada se hizo al respecto. Desde entonces muchos de los impactos negativos que se predijeron han ocurrido y no ha habido ninguna política de respuesta.
3) El congreso de EEUU debería aplazar los nuevos tratados de libre comercio, incluyendo los últimos tres: Corea del Sur, Panamá y Colombia:
El aplazamiento debería durar hasta que se realicen nuevos estudios más completos y concluyentes sobre el impacto a corto y largo plazo causado por los tratados de libre comercio, esto para determinar si el modelo económico realmente funciona. El congreso debería rechazar los tres tratados de libre comercio no sólo por las situaciones particulares existentes pero porque el modelo de tratado de libre comercio está realmente equivocado, no es un instrumento de política de comercio constructivo y de política exterior.
Lo que ya sabemos sobre los tratados de libre comercio como el TLC AN es que además de aumentar el comercio generan desigualdad. El adoptar políticas de comercio que abran la brecha aún más entre pobres y ricos en EEUU y en el extranjero no ayuda a nadie. A menos de que cambiemos el curso de nuestra actual política de comercio, el costo social crecerá cada año y los efectos que hoy en día podemos ver, como el desempleo y la errónea distribución de empleo en nuestras comunidades de EEUU así como en el extranjero, así como la degradación del medio ambiente, el agotamiento de los recursos naturales y la creciente brecha entre los que salen beneficiados y los perjudicados podría crear más problemas serios de inestabilidad y se podría propagar aún más la pobreza.
Una nueva política comercial aportaría: una predicción exacta y un mercado estable para los productores de EEUU, garantías y no privilegios para los inversionistas de EEUU, y derechos básicos para los trabajadores de todo el mundo. Esta nueva política involucra al gobierno a tener un papel más activo al balancear un sistema de mercado abierto competitivo que incluya la debida protección a los sectores débiles y a los bienes comunes.
Esta nueva política también significa denegarle a las grandes corporaciones algunos de las peticiones que realizan en nombre de la competitividad; sin embargo esto es totalmente saludable. Si es que hay algo que hemos aprendido del TLC es que cualquier aportación menor no funcionará si no viene desde lo más alto de la cadena. Las compañías deben reconocer que tienen una responsabilidad ante las comunidades cuyos trabajos y recursos crean los productos que ellas venden y las ganancias que ellas cosechan.
Los grandes y poderosos intereses creados protestarán, sin embargo la igualdad para todos, igualdad entre patrones y empleados y entre EEUU y sus asociados, construirá a futuro un mundo más pacífico y estable.
Esto sí nos beneficia a todos.
L. Carlsen es la directora del Programa de las Américas del Centro de Política Internacional (Center for International Policy).
El presente artículo fue una ponencia de la autora sobre el TLC a un comité del Congreso de los Estados Unidos el 6 de diciembre del 2007. Publicado por el Programa de las Américas el 4 de enero de 2008. Versión original en inglés «Standing up to Nafta» traducida al español por Vicente Castañar Flores. Reproducido en el semanario Peripecias Nº 81 el 16 de enero de 2008.