Cumbre de Margarita: pequeños avances en la integración energética

por Eduardo Gudynas – La cumbre energética suramericana ha desencadenado muchas expectativas. Algunos reportes apresurados indicaban consensos en temas energéticos claves y hasta esperaban el lanzamiento del Banco del Sur. El presidente venezolano Hugo Chávez anunció el inicio de un nuevo programa de integración como una “unión de naciones suramericanas”, y algunos de reportes de prensa llegaron a señalar que esa medida enterraba definitivamente al programa de la Comunidad Sudamericana de Naciones y el papel de la CAN y el Mercosur. Sin embargo, las declaraciones finales de los gobiernos son mucho más modestas, y un análisis riguroso es necesario para identificar los claroscuros del encuentro de 10 jefes de Estado en la isla de Margarita.

Los resultados de la cumbre energética

La Declaración de Margarita presenta varios puntos generales sobre la importancia de la integración energética. Esos puntos son tan generales como recordarnos que la integración energética “debe ser utilizada como una herramienta importante para promover el desarrollo social, económico y la erradicación de la pobreza”, o que ésta “involucra como actores principales al Estado, la sociedad y a las empresas del sector”, sin dejar de lado los clásicos llamados a la “cooperación técnica”.

Esta declaración fue firmada por los participantes de la cumbre, que incluyó a Hugo Chávez como anfitrión, junto a Néstor Kirchner de Argentina; Lula da Silva de Brasil, el boliviano Evo Morales; Nicanor Duarte de Paraguay; Rafael Correa de Ecuador, la presidente chilena Michelle Bachelet; Alvaro Uribe de Colombia, el vicepresidente de Uruguay, Rodolfo Nin Novoa, el primer ministro de Guayana, Sam Hinds y el primer ministro delegado de Surinam, Gregory Rusland.

Más allá de las generalidades, se pueden encontrar algunas decisiones significativas. En el debate sobre biocombustibles, iniciado semanas atrás por los cuestionamientos del presidente Chávez sobre las iniciativas de otros países (apuntando especialmente a Brasil), hubo una marcha atrás. Es evidente que el gobierno Lula defendió su estrategia, y el gobierno venezolano pasó entonces a reconocer y hasta apuntalar el uso de biocombustibles, e incluso anunció que promoverá algunos cultivos con ese fin dentro de su país y le solicitó a Lula da Silva que le exportara biocombustibles a precios preferenciales. De esta manera la declaración final reconoce el potencial de los biocombustibles y promueve intercambiar experiencias en esas fuentes. Las iniciativas en biocombustibles son apoyadas además en Argentina, Colombia y Uruguay, entre otros países. De todos modos, Evo Morales de Bolivia mantuvo su discrepancia con ese punto y firmó la declaración final observándolo.

Se reconocieron las iniciativas de emprendimientos conjuntos entre varios países, con una mención específica a los proyectos venezolanos de Petrosur, Petroandina, Petroamérica y Petrolera del Cono Sur. Pero no hubo un acuerdo concreto en cómo lanzar el varias veces anunciado Gasoducto del Sur, y si bien todos los jefes de Estado apoyaron la idea, se sigue manteniendo como un proyecto tripartito entre Argentina, Brasil y Venezuela.

Algunos periodistas también anunciaron un consenso sobre una organización internacional de países exportadores de gas natural (llamada por ahora Oppegasur), pero en los hechos no se acordó nada en concreto, y Brasil manifestó muchas dudas sobre la idea.

También se aprovechó el encuentro presidencial para discutir varias iniciativas bilaterales, tales como la ampliación de la interconexión entre Colombia y Venezuela, acuerdos en el sector hidrocarburos entre Ecuador y Venezuela (donde PDVSA podría actuar en la gran reserva petrolera ecuatoriana de Ishpingo-Tambococha-Tiputini), o convenios comerciales entre Venezuela y Uruguay (sobre venta de cemento portland), y Venezuela y Perú (también en hidrocarburos). Pero la Declaración de Margarita no incluye ninguna medida concreta hacia otra integración energética, en el sentido de compartir esos recursos más allá de las interconexiones o de la compra-venta de petróleo o gas.

De todos modos, los presidentes crearon el Consejo Energético de Suramérica, que se integrará con los ministros de energía de cada país. Este puede ser el resultado más importante del encuentro, ya que se le encomienda a ese consejo que elabore una Estrategia Energética continental, un Plan de Acción y un Tratado Energético Suramericano. Es una tarea enorme, y en especial porque en casi todos los países no existen estrategias nacionales energéticas explícitas, y por lo tanto habrá que ver cómo se elabora un programa continental bajo ese débil punto de partida.

Despejando de esta manera los análisis apresurados, el balance de la cumbre energética es modesto. Posiblemente el aspecto más importante es que los jefes de Estado se están reuniendo específicamente para tratar la cuestión energética como un problema regional común, abandonando el clásico camino de negaciones y acuerdos bilaterales. Estos eventos les obligan a abordar esta problemática bajo una escala geográfica más amplia, y es posible que sirvan para fundamentar verdaderos programas de integración y articulación productiva en el futuro cercano. Pero sin duda ese camino no se abona con declaraciones grandilocuentes que no estén sustentadas en medidas concretas.

Las decisiones políticas

Los jefes de Estado además subscribieron una declaración del “diálogo político”, donde declaran que el “esfuerzo integrador” se denominará “Unión de Naciones Suramericanas” (UNASUR). Esta unión tendrá su secretaría en Quito, y se anuncia la creación de un consejo, e incluso la prensa ya comenta sobre su posible secretario.

Alguna prensa apresurada sostiene que la UNASUR “deja en un segundo plano los acuerdos regionales de la CAN (Comunidad Andina de Naciones) y el Mercosur, y entierra definitivamente el proyecto de Comunidad Sudamericana de Naciones” (como afirma R. Dellatorre en Página 12, del 18 de abril). Pero si se lee la declaración política de los presidentes se verá que allí no hay medidas concretas y en cambio quedan planteadas varias dudas.

El documento del diálogo político no indica claramente que el programa de la Comunidad Sudamericana de Naciones llegará a su fin y que será suplantado por la UNASUR. Es más, en la declaración sobre energía se repiten una y otra vez las referencias a la Comunidad Sudamericana de Naciones. Si es que se toma la decisión de suplantar a la Comunidad Sudamericana de Naciones por la UNASUR, será la tercera refundación del mismo propósito en los últimos siete años (esa coordinación sudamericana se lanzó en Brasilia en 2000 como un área continental de libre comercio y luego en Cusco se la renombró como Comunidad Sudamericana de Naciones).

De todos modos, el documento político no ofrece ningún aporte conceptual sobre cuál será la dinámica ni las particularidades de esa unión. Algunas declaraciones de prensa apuntan a que UNASUR será un foro político, pero de todas maneras habrá que ver cómo se concreta esta nueva sigla, y sus implicaciones reales para la CAN o el Mercosur. Posiblemente estas dudas se disipen poco a poco en los próximos meses.

Siguiendo con los temas políticos, tampoco hubo consenso en lanzar el Banco del Sur, propuesto por Venezuela, y que cuenta con el apoyo en especial de Argentina. Brasil ha resistido la propuesta y ha reclamado que se clarifiquen los objetivos y funcionamiento de un banco de ese tipo, y Marco Aurelio García (el asesor presidencial en temas de política exterior) dejó en claro que sólo participaría si podía intervenir en las negociaciones iniciales de la idea. Venezuela y Argentina accedieron, y por lo tanto Brasil se suma a las negociaciones y en buena medida toda la discusión comienza de nuevo.

El balance final sobre las decisiones políticas deja dos puntos en claro. Primero: siguen existiendo visiones distintas sobre la forma bajo la cual se debería construir la integración suramericana, y si bien hay acuerdos en algunos puntos, también se expresan diferencias sustantivas en asuntos claves. Lamentablemente los jefes de Estado se entretienen con los nombres y siglas, pero siguen enfrentando problemas en discutir la médula de la integración. Segundo: a pesar de estos vaivenes, los gobiernos están convencidos de que deben buscar una mejor coordinación entre ellos, y su persistencia en este tipo de reuniones es una buena señal. Es cierto que hay una gran tendencia a lanzar anuncios impactantes que luego no se concretan, pero no deja de ser importante que se mantenga y consoliden los espacios multilaterales.

E. Gudynas es analista de información en CLAES (Centro Latino Americano de Ecología Social) y D3E (Desarrollo, Economía, Ecología y Equidad América Latina). Publicado en el semanario Peripecias Nº 44 el 18 de abril de 2007.