América del Sur: los grandes y los chicos de la integración energética

por Gerardo Honty – En toda América del Sur se registra un crecimiento de las economías, asociado con un aumento de la demanda externa de materias primas y commodities, impulsados a su vez por el crecimiento de las economías emergentes, particularmente asiáticas. Esto ha llevado a un aumento en la demanda de energía en la región. Pero ese incremento se ha topado con algunos problemas regionales antiguos y con dificultades derivadas del crecimiento del consumo energético global. En este contexto el fantasma –y en algunos casos, la realidad– de la “crisis energética” ha estado sobrevolando las preocupaciones de los gobiernos y de la opinión pública sudamericana en los últimos años.

Como reacción ante esta situación, se han visto grandes anuncios formulados desde sucesivas cumbres de presidentes y ministros de la energía, en los cuales se presentan proyectos conjuntos, acuerdos de complementación energética, programas comunes y una larga lista de declaraciones de cooperación y compromisos.

Así pasaron los anuncios de la construcción del “Gasoducto del Sur” que uniría Puerto Ordaz (Venezuela) con Buenos Aires (Argentina) alimentando a su paso varias de las ciudades más importantes de Brasil (Manaus, Fortaleza, San Pablo, Río de Janeiro). También el “Anillo Energético del Sur” que iba a unir los pozos de Camisea en Perú y de Tarija en Bolivia a una red de gasoductos que alimentaría todos los países del cono sur. Se lanzó Petroamérica (después de Petrosur y Petrocaribe), se creó el Consejo Energético de Suramérica, y hasta hubo una cumbre especial para acordar compromisos para la Eficiencia Energética. Ahora parece haber llegado la hora del “acuerdo nuclear” impulsado por Argentina y Brasil.

Contracara

Como contratara de los anuncios sobre proyectos y compromisos de cooperación mutua, la batalla por la energía se ha mostrado con toda su crudeza en varios conflictos de intereses entre los países. Algunos son particularmente dolorosos cuando enfrentan naciones “chicas” con “grandes”. El último ejemplo de este tipo de controversia se dio (y está aún latente) cuando el actual presidente del Paraguay, Fernando Lugo, estando aún en campaña presidencial anunció su intención de rediscutir el Tratado de Itaipú que establece las condiciones de explotación de la represa compartida con Brasil. La respuesta más expresiva la dio el presidente de la Empresa de Pesquisa Energética del gobierno brasileño, Mauricio Tolmasquin quien afirmó que en la construcción de Itaipú, «Paraguay apenas participó con el agua, Brasil aportó el financiamiento y el know how». Esta fue su manera de dejar en claro lo que el ministro de Energía, Edson Lobao, el director brasileño de Itaipú Binacional, Jorge Samek y hasta el propio presidente Lula Da Silva había expresado: el Tratado de Itaipú no se re-negocia… aunque las condiciones impuestas a Paraguay sean leoninas.

Hay muchos ejemplos de este tipo: las disputas entre Chile y Argentina por los cortes de gas, las controversias entre Bolivia y Chile por el suministro de gas a cambio de la salida al mar, las represas que está construyendo Brasil sin consultar a Bolivia sobre el río Madera –un río que ambos comparten– a 40 km de la frontera, los conflictos con Petrobras cuando Bolivia nacionalizó los hidrocarburos, etc.

¿Integración gasífera?

Argentina tenía un proyecto para construir el Gasoducto del Noreste Argentino, una obra que le costaría 5 000 millones de dólares y le permitiría importar desde Bolivia gas suficiente para alimentar varias provincias. Sin embargo las expectativas de un estancamiento en el aumento de la producción gasífera boliviana, producto de la desaceleración de las inversiones que provocó la nacionalización y acrecentada actualmente por los conflictos internos, están impulsando al gobierno argentino a reducir a un tercio la capacidad de transporte de aquél gasoducto.

Desde Bolivia se le reclama a Argentina que cumpla su parte en el compromiso que habían asumido ambos países para construir el gasoducto. YPFB (la empresa estatal boliviana) le reclama además a su par argentina (ENARSA) una “garantía de pago” por el gas que iría a exportarle en el futuro, como forma de darle seguridades a los inversores que podrían ampliar la capacidad de producción del gas a ser exportado. Entretanto, autoridades de las provincias gasíferas han reclamado un aumento en los precios pues entienden que están “subsidiando” el desarrollo argentino al cobrarle a 7 dólares el millón de BTU mientras le paga 17 dólares al gas licuado que le llega por barco desde Trinidad y Tobago.

Argentina y Brasil (que también tiene contratos con Bolivia de largo plazo y por grandes volúmenes), están pensando en instalar plantas o buques de regasificación de gas natural licuado para importar este energético desde otras costas lejanas. Entretanto otros países de la región manejan esta idea. Por lo tanto, la decisión del gobierno argentino de reducir el tamaño del gasoducto podría ser un golpe definitivo para las aspiraciones bolivianas de exportarle gas.

Un nuevo anuncio

Estos rápidos ejemplos dan cuenta de una profunda desavenencia entre las grandilocuentes declaraciones de las cumbres energéticas sudamericanas y la realidad. Ni Argentina ni Brasil parecen estar dispuestos a ceder nada de sus posiciones a la hora de comprarle energía a Bolivia o a Paraguay.

En este contexto se anuncia un “acuerdo nuclear” entre las economías mayores del cono sur. Argentina ya ha re-iniciado las obras de su tercera central nuclear (Atucha II) detenida desde hace más de 20 años, y Brasil se prepara para iniciar su también tercera planta atómica (Angra III). Hay que ver cual será el alcance final de este acuerdo. La cooperación nuclear siempre ha sido un tema difícil entre ambos países dada su relación con la industria armamentista y los secretos militares. Este puede ser uno más de los tantos anuncios vacíos a que nos tienen acostumbrados los gobiernos. Pero de concretarse estaría dándole un impulso muy fuerte a la tecnología nuclear en la región, dejando sin resolver los problemas de integración con sus demás vecinos.

G. Honty es investigador en el Centro Latino Americano de Ecología Social (CLAES) en energía y cambio climático. Más información en el sitio EnergiaSur.com

Publicado originalmente en portugués en Correio da Cidadania (Brasil), 22 setiembre 2008.