Política exterior de Brasil: la ventana histórica de América Latina

por Carlos Tautz – Mientras Lula descansaba durante el fin de semana en Bahía; en Montevideo, Uruguay, se llevaba a cabo una reunión de mandatarios iberoamericanos que terminó marcada por tres dudas:

1) ¿La polémica construcción de fábricas de celulosa en la ciudad uruguaya de Fray Bentos, en la frontera con Argentina, deteriorará la relación entre Montevideo y Buenos Aires a tal punto de contaminar el Mercosur?

2) ¿La ausencia de Lula refleja una decisión de Brasil de comenzar a priorizar sus relaciones con Estados Unidos y la Unión Europea, prestando menos atención a los vecinos sudamericanos y abriendo espacios para que Washington pueda influir todavía más de lo que ya lo hace en América Latina?

3) ¿Si esta nueva orientación estratégica se confirma, de qué lado se pondrá Brasil en caso de que la región y Estados Unidos tengan intereses antagónicos?

Un día después de ser reelecto, el 29 de octubre, Lula afirmó a la prensa brasilera que el Mercosur del cual es presidente pro témpore, continúa siendo para él una pasión especial. Su Ministro de Relaciones Exteriores, Celso Amorim, también manifestó su deseo de mirar con más cariño a América del Sur, donde hay empresas brasileras que tienen una enorme variedad de intereses.

Sin embargo, el 2 de noviembre, el presidente volvió a ejercitar la ambigüedad que marcó su primer mandato y admitió a tres importantes diarios europeos –El País (España), La República (Italia) y Le Figaro (Francia)– que de ahora en adelante pretende tener “relaciones privilegiadas” con Europa y EUA. El eventual cambio de estrategia en el frente externo de Brasil –que por sí sólo representa la mitad del territorio, de la población y del PIB de América Latina– podría alterar el punto de equilibrio que asegura que la “onda vermelha” se expanda por toda la región. También entorpecerá la integración regional, visiblemente apoyada en el primer mandato, y creará problemas graves para cualquier país que piense en resguardar sus recursos naturales –especialmente aquellos vinculados a la energía–, como Bolivia y Venezuela.

Iniciada en 1998 con la elección de Chávez en Venezuela, la onda de los mandatarios izquierdistas se confirmó en Brasil, Argentina, Uruguay y Bolivia. Además llevó a Ollanta Humala a la segunda vuelta en Perú y ayudó a López Obrador a crear una situación de poder dual en México, pero no pudo llegar a definir la situación en Ecuador y Nicaragua. Con la “onda” resurgió también el sueño de Bolívar y Martí: la integración regional para estimular el desarrollo económico y crear las condiciones mínimas para enfrentar al imperialismo de EUA, que desde el siglo XVIII ve a la región como su patio.

En defensa de Lula se puede argumentar también que, son tiempos de formación de un nuevo gobierno, de cambio tan grave de rumbo en la política externa brasilera y mera especulación de aquellos que prefieren Nueva York y París a La Paz y Caracas. Sin embargo, la pulga insiste en continuar atrás de la oreja. Primero, porque el gobierno lulista viene siendo marcado por contradicciones como las que ya ha expresado en sus primeros días de mandato. Y, en segundo lugar, porque hace meses circula en Brasilia la noticia de que Lula estaría dispuesto hasta a enviar para un conveniente exilio dos auxiliares próximos, que son los formuladores, garantes y operadores de la prioridad a América del Sur. Y, acusados por los pro-americanistas de anti-americanistas.

Marco Aurelio García, asesor internacional de Lula, presidente nacional del PT y coordinador de la campaña de la reelección del presidente, sería propuesto a un cargo muy bien remunerado de representante de Brasil ante el Banco Mundial, en Washington. Lula sabe muy bien que la política está hecha de acciones concretas, pero también de una buena dosis de simbología y de aprovechamiento de oportunidades. Y éstas, entre noviembre y diciembre, estarán abiertas para la integración de América Latina como pocas veces anteriormente. O el presidente usa el peso específico de Brasil para aprovecharlas, incluso simbólicamente, como hace en forma equilibrada en crisis con Venezuela y Ecuador y con Bolivia, o corre el riesgo de ver cerrarse la ventana de oportunidades.

América Latina reúne, como pocas veces en la historia, cohesión política –buena parte de sus presidentes tienen las mismas opiniones- y condiciones económicas para integrarse. El petróleo por encima de los 60 dólares el barril abastece las acciones que Chávez arroja al Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES), con presupuesto superior a los 27 billones de dólares en 2006, garantizan a Brasil y permiten que los dos países manejaran tal volumen de recursos en pro de sus acciones estratégicas en la región.

Incluso si las propuestas oficiales de integración son polémicas, en especial la chance que tienen los países de la región de construir instancias de coordinación económica e intenten sobrevivir más o menos autónomamente en las brechas entre los grandes bloques de poder –los EUA, la zona del euro y Asia articulada por China, India y Japón.

La ventana histórica estaba más que abierta en Montevideo, donde existía la expectativa de que Lula intermediase en la resolución de las divergencias entre Uruguay y Argentina, ayudase a cohesionar al Mercosur y recortara las aristas para futuras negociaciones.

Las próximas oportunidades serán la cumbre de presidentes de la Comunidad Sudamericana de Naciones (CSN), del 6 al 9 de diciembre, y las elecciones presidenciales en Venezuela, ambas en diciembre. La tercera, son las elecciones parlamentarias en EUA. Todas tienen que ver con la posible nueva postura que Washington puede adoptar para la región y como los países destinatarios podrían y deberían reaccionar, para mantener su autonomía.

Los primeros objetivos serían Bolivia, Venezuela y Ecuador. Los dos primeros son los mayores opositores políticos de Washington en América Latina. Todos son ricos en petróleo, cuyo abastecimiento los EUA viene teniendo dificultades con Arabia Saudita (que oficialmente posee la mayor reserva del planeta) y con Irak (la segunda mayor).

Los demócratas (oposición de Bush) deben retomar la mayoría en la Cámara de Diputados y en el Senado y tener fuerza suficiente para reorientar la atención que los EUA concentra en Oriente Medio, lo que haría que América Latina suba en el ranking de preocupaciones de Washington y obligaría a los países de la región a acercarse.

Si se confirma la victoria demócrata, la diplomacia estadounidense debe volver a enfatizar, como hacia en tiempos de Bill Clinton, acuerdos de liberación comercial, una estrategia que todavía combina la dimensión militar. Después que el ALCA no prosperó, Washington insiste en la asignatura de acuerdos con grupos de países (como ya logró con los de América Central) y, en paralelo, acuerdos bilaterales del tipo de los que EUA viene haciendo con Colombia (con suceso) y con Uruguay (hasta ahora, con fracaso), además de insistir en acuerdos militares reservados con Paraguay, un país de baja institucionalidad, más localizado en el corazón de América del Sur.

El principal objetivo de la política externa de los EUA para la región sería la Venezuela de Chávez. Oficialmente, el país tiene la quinta mayor reserva comprobada de petróleo del planeta y es el cuarto mayor fabricante de combustible para EUA. Pero esas estimaciones están siendo revisadas incluso cuando Chávez es quien más desafía abiertamente a Bush.

“En junio, el Comando Sur de los EUA, el brazo de los militares de EUA en América Latina, concluirán que los esfuerzos de Venezuela, Ecuador y Bolivia de extender el control estatal sobre sus reservas de gas, serán una amenaza para el abastecimiento de los EUA. Mientras América Latina provee tan sólo del 8.4% de la producción mundial de petróleo, suple el 30% del óleo consumido en EUA”, escribió Conn Hallinan, de la Organización no Gubernamental International Relations Centre.

“Las reservas venezolanas son considerablemente mayores que las de Arabia Saudita (principal proveedor de los EUA) y podrían llegar a los 1.3 trillones de barriles. La mayor parte del petróleo venezolano es pesado y caro de refinar, pero, a medida que el barril se mantenga encima de los 50 dólares –y pocos dudan que caerá– eso es casi una mina de oro sin fin”.

En ese ambiente, las elecciones presidenciales venezolanas el 3 de diciembre cobran todavía más relevancia. El presidente Hugo Chávez, el protagonista político de las propuestas de integración está, según los estudios de intención de voto, colocado a 10 o 30% del segundo. Si Chávez confirma el favoritismo, varias iniciativas de integración regional serán profundas. Ahí se incluyen los acuerdos bilaterales con Cuba y otros países caribeños (Alternativa Bolivariana para las Américas, ALBA), con los cuales Venezuela cambia petróleo por servicios de salud y deporte. Caracas también coopera en salud y educación con Bolivia y planea construir un gasoducto de 20 mil kilómetros de extensión para penetrar parte de sus enormes reservas de gas natural en Brasil, Uruguay y Argentina.

También hay una iniciativa más importante en términos económicos y simbólicos: la creación de un banco de desarrollo integrado por capitales sudamericanos para apoyar, en monedas locales, sin tener en cuenta el dólar, proyectos de infraestructura. Esa es una iniciativa en la cual la Ministra de Economía de la Argentina, Felisa Miceli, viene trabajando desde enero junto a su colega venezolano, Nelson Merentes.

Los dos países tenían luz verde de parte de Lula. Una avant premiére del Banco del Sur habrían sido los lanzamientos de títulos de deuda de Argentina y Uruguay, adquiridos y vendidos posteriormente con ganancias por el gobierno de Venezuela. Pero si Chávez pierde la elección, difícilmente cualquiera de esas acciones seguiría adelante.

La tercera oportunidad de una ventana es la realización de la IV Cumbre de Presidentes de la Comunidad Sudamericana de Naciones, entre el 6 y el 9 de diciembre, en la ciudad de Cochabamba (Bolivia). La Comunidad es una propuesta formulada por el gobierno de Lula, pero aún no posee ninguna institucionalidad y se limita a proponer una Iniciativa de Integración de Infraestructura de la Región Sudamericana (IIRSA), un desconocido (del gran público), un conjunto de polémicas (para quienes lo conocen), obras de infraestructura de conexión física entre los 12 países de América del Sur.

El IIRSA sería financiada y coordinada técnicamente por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Los mayores aportes serían hechos por el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES), de Brasil. Nunca en la historia de América Latina hubo un escenario tan favorable para la aproximación entre los países, ni la necesidad de realizarla, debido a la disposición de EUA de garantizar a cualquier costo su hegemonía en el planeta. Pero, ¿tendrán los mandatarios de la región, y Lula en particular, la grandeza de percibir esa oportunidad histórica?

Carlos Tautz, ensayista y periodista que integra el equipo de IBASE en Rio de Janeiro. Además mantiene el blog Outra Globalização sobre política, economía y medio ambiente, del cual tomamos el presente artículo.

Traducido al castellano por CLAES D3E del original en portugués publicado en el blog Outra Globalização. Reproducido en el semanario Peripecias Nº 22 el 8 de noviembre 2006.