Ferreira Presser: la libre entrada de capitales desencadenó la crisis de los noventa

por Paola Visca (desde Sao Paulo) – El ex ministro de economía de Brasil, el economista Mario Ferreira Presser, sostuvo que la apertura a los capitales extranjeros que tuvo lugar durante los años noventa no constituyó la solución esperada para promover el crecimiento sino que desencadenó el estancamiento.Presser realizó este análisis en el marco de una de las reuniones técnicas que se celebran en el encuentro de UNCTAD. El economista comenzó resaltando que es necesario diferenciar la década de 1980 de la que le siguió. En los ochenta el problema de la deuda externa derivó en crisis fiscales en los países latinoamericanos, lo que desencadenó una reorganización económica, que permitió la estabilización no solo a través del mercado sino también por medio de una serie de reformas. En la siguiente década la inflación estaba controlada prácticamente en todos los países de América Latina, las reformas comerciales se generalizaron y sin embargo, aun con esas condiciones propicias para el crecimiento económico, la región no consiguió tasas significativas de crecimiento.

¿Por qué no tuvo lugar un crecimiento económico? Para avanzar en las respuestas Presser recordó que una característica de los años noventa fue la fuerte entrada de capitales. El ingreso de estos flujos podría haber propiciado crecimiento económico en los países receptores, pero una vez más, tampoco se registraron las tasas esperadas. Esto, según el economista representaría un «crecimiento con ahorro externo y apertura de la cuenta de capitales». Si bien en la primera versión del Consenso de Washington no se incluía la entrada de capitales, los países latinoamericanos estaban listos para recibirlos y muchos asumieron que sería una solución para sus problemas.

La idea detrás de estas políticas era que si no podíamos financiar nuestro crecimiento con recursos propios, los países industrializados podrían prestar dinero, siempre y cuando «hiciéramos los deberes». La solución consistía en abrir la cuenta capitales, lo que obedientemente hizo la elite latinoamericana, y a juicio de Presser, esa es la razón principal del estancamiento económico de los años noventa.

En su opinión es importante proteger nuestras economías de las entradas de capitales peligrosos (especulativos de corto plazo). Comparó esta protección con la que practicaban los países latinoamericanos en la época de la industrialización por sustitución de importaciones cuando se protegía a la industria nacional de las mercancías provenientes del exterior que competían con nuestras manufacturas.

En la actualidad, Presser afirma que es fundamental protegerse de los flujos de capitales que son peligrosos por dos motivos. El primero se debe a los límites de solvencia; con esto se refirió a que los países no quieren tener deuda, o les gustaría tener la menor deuda posible. El máximo de endeudamiento aceptable sería cuando el cociente deuda-PIB (Producto Interno Bruto) de la economía es aproximadamente igual a uno. Una vez atravesado ese límite la situación para el país deudor se vuelve peligrosa. Y muchos países de América Latina tenían esa relación en valores cercanos a 1,5, es decir que la deuda representaba una vez y media el valor del producto generado. Presser agregó que cuando los países del norte plantearon la misma estrategia en Asia, las naciones de ese continente no la aceptaron. La posición relativa de América Latina es todavía peor ya que mientras las naciones asiáticas no tenían déficit en cuenta corriente, los latinoamericanos la padecen y esto equivale a crecer con deuda.

El segundo aspecto que Presser resaltó se refiere al tipo de cambio que se ve notablemente afectado ante modificaciones en la cantidad de moneda extranjera de la que dispone la economía. Con la entrada de capitales la oferta de divisas es mayor a la demanda, con lo que el precio de la moneda extranjera cae. Ese proceso de «atraso cambiario» también causa problemas de balanza de pagos porque la caída en el tipo de cambio provoca una reducción de las exportaciones y aumento de las importaciones. Además, cuando hay apreciación de las monedas nacionales los salarios reales se incrementan, la riqueza medida en dólares aumenta, lo que lleva a los agentes a gastar más y ahorrar menos.

El resultado final de este proceso no es alentador: los países obtienen ahorro externo positivo (contracara del saldo en cuenta corriente negativo) que se compensa con la reducción del ahorro interno y una inversión que permanece estancada. No se producen tasas de crecimiento positivas o significativas, pero sí deudas positivas.

Presser subrayó que no rechaza lograr crecimiento con ahorro externo, pero reclamó que la relación deuda-producto no sea demasiado elevada y cada país tenga margen para incrementar ese porcentaje. Los gobiernos deberían procurar que cuando entran capitales sean utilizados para una inversión que desemboque en crecimiento económico.

El economista hizo una interesante división de los países del mundo en tres grupos: EE.UU., quien tiene crecimiento y consume. Asia, que crece en los ahorros respecto al resto del mundo y usa esos recursos para financiar a EE.UU. a través de la compra de bonos, manteniendo su tipo de cambio bajo control. Por último, Europa, interesada en los retornos sobre la inversión financiera. Según Presser, América Latina se vincula con los europeos.

El ex ministro reiteró la idea de que el problema es la volatilidad de los flujos financieros. Ante esta característica, una solución es, una vez más, seguir el ejemplo asiático: no endeudarse o controlar los flujos financieros. El control a la entrada de capitales puede llevarse adelante mediante la grabación impositiva de los capitales que ingresan a corto plazo.

Desde un punto de vista menos técnico y más social, el presidente de Brasil, Lula da Silva abordó este mismo tema en una reunión bastante informal con las organizaciones ciudadanas que tuvo lugar en la sala de prensa de centro de convensiones de Anhembí. En su intervención enfatizó reiteradamente la necesidad de luchar contra la pobreza y el hambre, no solo en su país, sino en una campaña universal. Y entre las propuestas del mandatario estuvo la de crear un fondo que combata el hambre obteniendo recursos por ejemplo de los «paraísos fiscales», o de la detracción al comercio de armas. Una medida que ya fue rechazada por los delegados de Estados Unidos presentes en la conferencia de la UNCTAD.

Mientras buena parte de los gobiernos latinoamericanos se dejan llevar por la idea de que no importa la calidad de los capitales, y tan sólo basta recibir esos dineros, los repetidos análisis sobre la crisis de inversiones que se repiten en la conferencia de la UNCTAD apuntan en un sentido contrario. Habrá que ver si los ministros de economía lo comprenden antes de intentar medidas desesperadas si esos capitales comienzan a abandonar vertiginosamente nuestros países sin que nadie pueda frenarlos.

P. Visca es analista de información en D3E (Desarrollo, Economía, Ecología y Equidad América Latina).