Regionalismo latinoamericano

por Eduardo Gudynas y Mariela Buonomo – El proceso de integración en América Latina y el Caribe presenta diferentes tendencias que van desde lo meramente comercial hasta la integración política. Actualmente coexisten en el continente un conjunto de bloques que dejan atrás la idea de unidad latinoamericana. Cada uno de estos procesos difieren tanto en sus fines como en sus propuestas institucionales, incorporando complejidad a la discusión sobre la integración regional y cómo llevarla a cabo. En ese contexto, las ideas sobre regionalismo latinoamericano son claves.

En América Latina y el Caribe se han intentado acuerdos regionales desde hace por lo menos 60 años. Se pueden reconocer por lo menos tres fases: En la década de 1950 a 1960, se lanzan propuestas como la ALALC y el MCCA; en las décadas de 1960 a 1970, se conforman el Pacto Andino y el CARICOM; finalmente, desde mediados de la década de 1980, se observa la reconfiguración de la integración andina hacia la CAN, y luego el TLCAN y el MERCOSUR.

Por lo tanto se observa una diversidad de proyectos, con diferentes contenidos institucionales y objetivos. Unos esquemas, como ALADI o el TLCAN, apuntan a crear zonas de libre comercio, la CAN aspira a la unión aduanera, y otras agrupaciones sitúan sus expectativas en el establecimiento de mercados comunes, como el MCCA, el CARICOM o el MERCOSUR.

Se observa un solapamiento entre los procesos de integración, donde un país es miembro de más de un acuerdo. Por ejemplo, todos los miembros de la CAN y el MERCOSUR son asociados entre sí, y además son miembros de UNASUR y de ALADI; varios países centroamericanos integran el MCCA pero además han firmado el CAFTA. Se ha abandonado en los hechos la vieja idea de unidad latinoamericana como meta final de la integración, y se ha aceptado la fragmentación continental en diferentes bloques (un bloque centroamericano, uno caribeño y otro sudamericano).

En estos procesos de integración, el papel gubernamental sigue siendo la fuerza propulsora principal. Mientras que en otras regiones, la fuerza principal ha sido el mercado y el comercio exterior, en América Latina el gobierno ha propulsado estos esquemas con el objetivo de promover el comercio internacional. El papel del empresariado ha sido limitado, y en muchos países ha privilegiado la apertura comercial global antes que los procesos de integración regional con los vecinos.

La supranacionalidad no se ha concretado. Muchos procesos han planteado instalar un marco normativo supranacional, pero en los hechos esto no se ha concretado con efectividad, e incluso se ha retrocedido en esas ambiciones al mantenimiento de zonas de libre comercio o uniones aduaneras. El MERCOSUR ni siquiera contempla esa meta. Por lo tanto, el componente político se expresa en un énfasis intergubernamental para la toma de decisiones de la marcha de los bloques. Cada uno de los países debe aprobar las medidas acordadas en el proceso regional. Esto a su vez ha desembocado en un fuerte componente de diplomacia presidencial, donde los propios presidentes en cumbres regulares asumen la marcha de los procesos de integración.

Casi todos los procesos de integración mantienen un énfasis comercial, con diferentes componentes políticos, y en general expresan distintas variedades del regionalismo abierto, y defienden una inserción acelerada en la globalización actual (el ALBA es una excepción en algunos aspectos de esta tendencia).

Hay una creciente distancia entre los anuncios sobre la integración y las medidas concretas. En efecto, se ofrecen anuncios sobre diversas medidas (en especial en las cumbres presidenciales), pero la implementación concreta se dilata en el tiempo, en algunos casos no se concreta, y en otros casos aunque es aprobada, luego enfrenta las trabas de algunos de los socios. Se reproducen relaciones de poder de grandes países sobre los medianos y pequeños dentro del continente.

También se mantienen limitaciones en completar objetivos comerciales, persistiendo excepciones, o incluso introduciéndose barreras comerciales.

A pesar de estas disparidades, el proceso de integración regional se ha mantenido en marcha, y no existe evidencia de retrocesos significativos, sino que persiste la búsqueda de las mejores opciones de vinculación. Todo indica que finalmente la integración regional ha sido incorporada a la agenda política de todos los países, y el debate reside en cómo llevar a cabo ese propósito.

Finalmente, es posible reconocer que los diferentes procesos se pueden agrupar en tres tendencias: (1) énfasis comercial, donde la integración regional está condicionada a la inserción global, con un escaso contenido político (corresponde a México en el TLCAN, Chile, Colombia y Perú en la CAN); (2) énfasis comercial, aceptando la globalización actual, pero con un mayor componente de compromisos políticos y la búsqueda de la profundización de las vinculaciones con los países vecinos (MCCA, CARICOM, MERCOSUR, Ecuador y Bolivia en la CAN); (3) énfasis político, con compromisos de articulaciones económicas y productivas, pero apuntando a incrementar los niveles de autonomía (ALBA).

Referencias:

Ibáñez, J. 2000. El nuevo regionalismo latinoamericano en los años noventa. Revista Electrónica de Estudios Internacionales, Nº 1 [http://www.reei.org].

Malamud, A. 2002. Jefes de gobierno y procesos de integración regional: las experiencias de Europa y América Latina. Ponencia I Congreso Latinoamericano de Ciencia Política, Universidad de Salamanca, julio 2002.

Gudynas, E. 2005c. Desde la integración blanda y el comercio rígido al regionalismo autónomo, Ecuador Debate (Quito), Nº 65: 21-38.

diccintcomtapa2E. Gudynas y M. Buonomo son integrantes del Centro Latino Americano de Ecología Social (CLAES).

El presente texto fue extraído del libro «Integración y comercio. Diccionario latinoamericano de términos y conceptos», de Eduardo Gudynas y Mariela Buonomo, publicado por CLAES D3E.

El libro se encuentra disponible gratis. Más información …

Reproducido en el semanario Peripecias Nº 88 el 12 de marzo de 2008.