Límites de la Comunidad Sudamericana de Naciones

por Ariela Ruiz Caro – La conformación de la Comunidad Sudamericana de Naciones el próximo mes en el Cusco es un hecho simbólicamente importante. Sin embargo, no es un paso «a la integración plena de Sudamérica», ni mucho menos «el sueño de la unión hecho realidad», como sostienen algunos mandatarios. El eje político y el económico sobre los que se sustenta el proyecto son todavía débiles. El ámbito cultural es probablemente el que cuenta con mayor potencial para lograr la construcción de una identidad sudamericana.

La base económica sobre la cual se erigirá la Comunidad Sudamericana es la constitución paulatina de una zona de libre comercio, como resultado de la consolidación y protocolización del Tratado de Complementación Económica entre la Comunidad Andina y el MERCOSUR el pasado 18 de octubre. En la actualidad, el comercio entre los dos bloques asciende a unos 6 mil millones de dólares, y sus economías representan alrededor del 90 por ciento del PIB de América Latina y el Caribe. A diferencia de los TLC con Estados Unidos o la Unión Europea, este Tratado entre ambos bloques se limita al ámbito comercial y no contempla negociaciones en servicios, compras gubernamentales, normas laborales, ambientales, entre otros. No obstante, el acuerdo comercial ha generado rechazos como el de los agricultores en el Perú. La cooperación financiera y la integración de la infraestructura regional sudamericana (IIRSA) constituyen, además de la conformación de una zona de libre comercio, aspectos fundamentales en materia de integración energética, facilitación del comercio y articulación bioceánica, y conforman también la base económica de esta nueva entidad.

El eje político de lo que será esta Comunidad Sudamericana, es el más débil. Los países tienen estrategias distintas, muchas veces contrapuestas, en su integración a la economía internacional. El MERCOSUR, por ejemplo, acaba de rechazar los términos del TLC que debía firmar en octubre con la Unión Europea, al considerar que las propuestas eran desequilibradas. Éstas representaban importantes concesiones del MERCOSUR en áreas como servicios, inversiones y compras gubernamentales a cambio de un acceso limitado de los productos agrícolas al mercado europeo. Uno de los factores que determinó que la Unión Europea no cediera a los reclamos del MERCOSUR es, sin duda, la suspensión del ALCA. La experiencia demuestra que la Unión Europea se acerca a la región cuando ve amenazado el mercado. Es así que México y Chile lograron acuerdos con el bloque europeo, poco antes o después de firmar un TLC con Estados Unidos. En este momento, el poder de negociación del MERCOSUR es menor, pues Europa no tiene la prisa que podría tener si estuvieran negociando un TLC con Estados Unidos, o el ALCA siguiera su marcha.

Mientras el MERCOSUR estaría interesado en reactivar el ALCA en los términos acordados en noviembre del año pasado, los países andinos no lo consideran prioritario, pues el TLC con Estados Unidos ocupa ese lugar. Como se recordará, en aquella oportunidad se estableció que la conformación del ALCA se haría en dos niveles: el primero, con un mínimo de compromisos (ALCA light) en todas las áreas de negociación, aplicables a todos los países; el segundo, profundizaría, optativamente, esas normas mínimas mediante acuerdos bilaterales o plurilaterales. Asimismo, el gobierno norteamericano autorizó la negociación de TLC bilaterales o plurilaterales fuera del ALCA, ante el temor que las negociaciones se frustaran -como ha ocurrido- por la presión de Brasil y otros países que rechazan la inclusión de algunos aspectos que condicionan aspectos de política económica en dichos Tratados.

Las autoridades de los tres países andinos (Colombia, Ecuador y Perú) que negocian actualmente un TLC con Estados Unidos, consideran que la prioridad que éste ocupa se debe, sobre todo, al reducido mercado interno de sus países. Esta visión se contrapone con el pensamiento de un número creciente de economistas que sostienen, conforme lo demuestra la experiencia histórica, que para salir del subdesarrollo primero hay que desarrollar el mercado interno para luego exportar.

Esta posición le complica el panorama al MERCOSUR porque al momento que negocie un TLC con Estados Unidos, éste intentará imponerle las condiciones acordadas con Centroamérica, Chile y los países andinos. Estos últimos apuran la negociación con Estados Unidos. La reelección de Bush les brinda un panorama más claro y le devuelve la tranquilidad a Regina Vargo, jefa del equipo negociador norteamericano, así como a su esposo Frank Vargo, vicepresidente de la Asociación de Manufactureros de Estados Unidos. Durante la campaña electoral, Frank Vargo advirtió que, con un gobierno presidido por Kerry, se haría muy difícil alcanzar nuevos acuerdos y que éste, nunca había dicho públicamente que renovaría la autoridad de promoción comercial (TPA), que vence en junio, y facilita la aprobación en el Congreso de los acuerdos comerciales.

Es importante señalar también, que el secretario de comercio del gobierno de Bush, Don Evans, considera que 80% del déficit comercial norteamericano se produce con países con los que no se tiene acuerdos de libre comercio, por lo que «es seguro que necesitamos seguir con la política del presidente de una mayor cantidad de acuerdos comerciales». Desde que asumió la presidencia, el gobierno de Bush ha negociado acuerdos de libre comercio con Australia, países de Oriente Medio Africa, varios de América Latina y actualmente lo hace con los países andinos y Sudáfrica.

En su posicionamiento por rechazar los términos que las grandes potencias imponen en los TLC, el MERCOSUR intenta fortalecer el Grupo de los 20, creado en Cancún, en el marco de la Organización Mundial del Comercio. Los tres países andinos que negocian un TLC con Estados Unidos no participan de este grupo porque fueron forzados a abandonarlo. Las autoridades del MERCOSUR han señalado que las negociaciones en el ámbito de la OMC tienen prioridad porque éstas buscan la eliminación de subsidios y de las grandes distorsiones en el comercio internacional. El canciller brasileño, Sergio Amorim, ha señalado en repetidas oportunidades que las recientes victorias brasileñas en los temas de algodón y el azúcar contra Estados Unidos y la Unión Europea en la OMC, respectivamente, no hubieran podido ocurrir en el ámbito del ALCA o de un TLC. En su posicionamiento de rechazar los términos que las grandes potencias intentan imponer en los TLC, estos países intentan reactivar el comercio sur-sur.

En síntesis, en términos de estrategia política internacional, el MERCOSUR y la CAN, podrían estar juntos pero dándose la espalda desde la Comunidad Sudamericana de Naciones.

A. Ruiz Caro es una economista peruana residente en Buenos Aires; consultora de CEPAL. Una versión más abreviada del presente artículo apareció en el diario La República (Lima).