por Eduardo Gudynas – El Mercado Común del Sur (MERCOSUR) finaliza el año 2007 brindando ejemplos tanto de avances como estancamiento, e incluso retrocesos. Una buena noticia es que el acuerdo mantiene su vigencia, y a pesar de las insinuaciones y amagues, ningún país lo ha abandonado. Uruguay, que ha coqueteado con un acuerdo comercial con Estados Unidos, se mantiene porfiadamente dentro del bloque. Las relaciones entre Brasil y Venezuela se han movido una vez más al ritmo de los acuerdos energéticos, y el gobierno Lula parece que discretamente retomó la iniciativa. Pero los conflictos que enfrenta el acuerdo no se han solucionado, sea la disputa entre Argentina y Uruguay por las plantas de celulosa, como las muy diversas diferencias comerciales entre los socios.
Brasil termina el año con la buena noticia del descubrimiento de nuevas reservas petroleras descubiertas en su plataforma marina, que serían de 5 a 8 mil millones de barriles de petróleo liviano. Esos yacimientos aliviarán sus necesidades energéticas y le otorgarían mayores márgenes de maniobra en su política energética internacional. Casi al mismo tiempo ocurren otros hechos estrechamente relacionados y con importantes repercusiones regionales.
La estatal brasileña Petrobrás anunció que no invertiría en los campos de gas venezolanos de Mariscal Sucre, y con ello se desplomó la propuesta de Hugo Chávez del Gasoducto del Sur. Su idea era construir un largo ducto desde Venezuela a ciudades brasileñas, para desembocar en el Río de la Plata. El costo era elevadísimo, sus impactos sociales y ambientales enormes, y todo dependía de la coparticipación brasileña, la que finalmente no se concretó.
Semanas después, Brasil retoma las negociaciones en Bolivia. Después de la ríspida relación que mantuvieron los dos países sobre el gas boliviano, el gobierno Lula había anunciado que no invertiría más en el país del altiplano. El gobierno de Evo Morales quedó en solitario, apenas contando con la asistencia venezolana. A lo largo de los meses, la administración de Morales está más debilitada por el conflicto político interno, pero además no ha logrado relanzar el sector de hidrocarburos con sus propios recursos ni con la asistencia venezolana, sufriendo incluso problemas para cumplir los contratos de suministro con Argentina. A su vez, Brasilia parece que ha entendido que de nada sirve dejar en solitario a La Paz. Bajo estos vaivenes, el gobierno Lula retomó la iniciativa, incluyendo una visita presidencial a La Paz, donde se anunciaron emprendimientos carreteros y suculentas inversiones de Petrobrás en ese país.
Lula también se acercó a la nueva presidenta argentina, Cristina Fernández, para estrechar las relaciones energéticas. En la agenda está la exploración petrolera conjunta en la plataforma marina, construir una nueva hidroeléctrica en el Río Uruguay e incluso producir pequeños reactores nucleares. Esas negociaciones acercan todavía más a Buenos Aires con Brasilia, reduciendo la influencia de Venezuela, aunque incrementan el bilateralismo argentino – brasileño que viene socavando al MERCOSUR.
El desenganche de Brasil del Gasoducto del Sur, los nuevos convenios con Bolivia y la agenda conjunta con Argentina, reducen un poco los márgenes de acción de Hugo Chávez, quien a su vez también tiene otros problemas. Por ejemplo, la derrota en el referéndum, la investigación sobre la valija venezolana repleta de dólares que se encontró en Buenos Aires, y el fracaso de la mediación en Colombia. Posiblemente, la noticia positiva más destacada con la que cierra el año ha sido la aprobación del Banco del Sur, aunque siguen las negociaciones sobre los detalles del funcionamiento de esa institución. Como contracara, el ingreso formal de Venezuela al MERCOSUR sigue sin aprobarse, y ello impidió cumplir con los planes de transferirle la presidencia pro tempore el pasado diciembre, en la última cumbre presidencial.
Argentina tampoco ha estado inmóvil. Estudia construir una planta de regasificación con Venezuela e importar gas licuado de ese país. Pero también acordó con Uruguay la instalación de una planta de regasificación en un puerto uruguayo. Este último acuerdo se logró a pesar de la agria disputa que mantienen los dos países por los impactos ambientales de una planta de celulosa. Era inviable que Uruguay realizara en solitario el emprendimiento, ya que la inversión era muy elevada en relación a su consumo interno; pero este país cuenta con puertos más accesibles que los argentinos, y un gasoducto ya construido directamente hacia Buenos Aires. En esta ocasión primó el sentido común, y los dos países cooperarán. Argentina busca así otras alternativas al gas boliviano, y tal vez pueda atender de mejor manera sus compromisos de suministro con Chile.
De esta manera se cierra el año 2007, donde Brasil discretamente ha retomado la iniciativa en varios planos, ampliando y fortaleciendo su red de acuerdos con sus vecinos. Pero de todos modos persisten los problemas estructurales de fondo en el MERCOSUR.
E. Gudynas es analista de información en CLAES (Centro Latino Americano de Ecología Social) y D3E (Desarrollo, Economía, Ecología, Equidad – América Latina).
Versión ampliada y revisada de un artículo publicado en La República (Lima), 8 de enero de 2008. Publicado en el semanario Peripecias Nº 80 el 9 de enero de 2008.